miércoles, octubre 18, 2006

Ayeres

Esta semana que ya no es presente, me llevó a tomar el papel de ser humano bien en serio; me introduje de manera intensa y con la cabeza gacha en las ocupaciones, prescindí de mortales reflexiones: diríase que hice cosas; diríase que desmoroné músculo y la conciencia.

Así como el atleta sobrepasa al ebrio,
mi alma dejó atrás y extenuado al cuerpo.

Es que, ya en el ámbito del hombre sobre sí mismo, el agotamiento o el cansancio ha de ser, sin dudas, una de nuestras más patentes, una de nuestras más claras satisfacciones: la más manifiesta y corporal; la menos semántica y profunda.

1 comentario:

Anónimo dijo...

La inclusión del verso, caprichoso, en medio de la prosa trae limpios aires. Me parece que ya es una costumbre muy tuya.